martes, 16 de abril de 2013

El tapón de aquel 15 de abril



Mi papá tenía una habilidad única de crear recuerdos en mi memoria.  En la tarde de un 15 de abril, cuando yo tenía alrededor de siete años, él decidió que iríamos a ver el tapón de las planillas en el correo general.  Solo con el propósito de brindarme esa experiencia, pues ya él había rendido su planilla, nos montamos él y yo en el carro rumbo a Hato Rey.  Desde que tomamos la salida de la Ave. Roosevelt, se veía la fila de carros que llegaba hasta el correo.  Tuvimos que haber estado allí, por lo menos, una hora.  Cuando nos acercamos, vimos que afuera del correo estaban los buzones en los que la gente depositaba su planilla como si fuera el servi-carro de cualquier establecimiento de comida rápida.  Mientras, él iba explicándome la importancia de llenar a tiempo la planilla de contribución sobre ingresos y la responsabilidad ciudadana de cumplir con esa obligación. 

Yo recuerdo pasearme por los asientos del carro para ver la escena desde diferentes ángulos y la impresión de la congestión vehicular en los carriles de aquella avenida.  Para mí, fue realmente una excursión, pero como toda experiencia con Papi, ahora veo la lección.

De adulta, jamás he pasado por allí un 15 de abril ni me quiero imaginar las filas para cumplir con la fecha límite de la planilla.  Supongo que Papi estaría orgulloso si viera que, como él, cumplo con mi responsabilidad sin tener que pasar por ese suplicio.

Y, a la vez, me pregunto si hay otros padres que den las lecciones de una manera tan creativa, duradera en la mente de los niños y sin cantaletear.  Siempre supe que mi papá era el mejor, pero tal vez en su ausencia, lo valoro cada día un poco más.

domingo, 7 de abril de 2013

La historia de mi premio “Most improved”



Uno de mis veranos, entre cuarto y sexto grado, pedí a mis padres que me enviaran a un campamento.  A ellos les sorprendió mi pedido pues tenía la opción de quedarme en casa con ellos y compartir con los amiguitos del vecindario, no había ninguna necesidad de ir a un campamento para que me cuidaran.  Sin embargo, yo había escuchado sobre los campamentos y era una experiencia que yo quería tener.  Mis padres, sin vacilar, me complacieron.


En el campamento no había nadie que yo conociera, por lo que realmente, fue un deseo mío, no fui por la presión de alguna amiguita que iba para el mismo campamento.  Allí compartí con gente nueva, aunque no tengo recuerdos de haber hecho lazos de amistad duraderos.  Pero sí tuve muchos momentos de crecimiento personal.  Por ejemplo, participé por primera vez en una clase de cocina y no recuerdo qué horneé, pero me quedó bien.  También participé en un fashion show.  Para aquel tiempo, ya había dejado atrás mis días como modelo infantil, pero el conocimiento todavía lo tenía por lo que disfruté volver a caminar sobre una pasarela.


Tal vez, la lección más grande para mí vino en la clase de computadoras.  Un día, estábamos en el salón y no encontrábamos cómo ejecutar alguna función en la máquina, ni los compañeros, ni el maestro, ni yo.  Pero en un momento de lucidez, le dije al maestro tal vez había que tocar la tecla “F10” (por dar un ejemplo, porque no recuerdo exactamente la tecla).  El asunto es que eso resolvió nuestro problema y él me lo agradeció.


Al final de la semana, daban unos premios sobre los logros que tuvo cada participante del campamento.  Esa semana me llevé el de “most improved in computers”.  Recuerdo, como ahora, que el premio me trajo sentimientos encontrados: por un lado, me sentía contenta pues habían reconocido mi esfuerzo, pero por el otro, me sentía mal porque quería decir que estaba tan mal en mi conocimiento sobre las computadoras que merecía el premio de “quien más mejoría tuvo” por algo tan sencillo como identificar la tecla correcta.  Todavía recuerdo el premio con un sentimiento agridulce.


Curiosamente, en estos días leía sobre el “mejoramiento personal” en The Maxwell Plan for Personal Growth y puedo ver que llevarse un premio de “quien más mejoría tiene” es algo bueno, porque significa que estamos en crecimiento.  Aunque sean pasos pequeños, mejorar es importante.  De hecho, decía la lectura, que el éxito depende que estemos en un plan continuo de mejoramiento.  Por lo tanto, unos 25 años después, he aprendido que no debo sentirme mal por aquel premio, sino sentirme orgullosa porque desde aquel momento he estado en crecimiento continuo.