domingo, 22 de febrero de 2015

La Catedral de Chartres


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Este es el octavo artículo en una serie de 12.
 

Tomamos un autobús que nos llevó al suroeste de París al poblado de Chartres. En la autopista, vi hermosos paisajes llenos de flores amarillas —que luego descubrí es la planta de la canola— y que había visto por primera vez desde el avión cuando estábamos a punto de aterrizar en Charles de Gaulle. El diseño de la siembra es en gigantescos cuadriculados, uno al lado del otro a ambos lados de la carretera. El tallo de la flor es de un verde intenso lo que crea un contraste impresionante con el amarillo brillante de la flor.



En Chartres, visitamos la Iglesia Católica más hermosa de todas las que vi en París. Se distingue por dos torres de estilos arquitectónicos diferentes. Según nos explicaron, parte de la Iglesia se destruyó en un fuego y al momento de la reconstrucción ya el estilo arquitectónico había cambiado. Por lo que quedó una torre en el estilo original y la segunda en el estilo de la nueva época.

Fue de regreso de esta excursión que tuve el pensamiento que regresa a mi mente cuando pienso en este viaje, nos acercábamos a la Torre Eiffel y con una mirada incrédula, pensé: "estoy en París”. Es un momento que jamás olvidaré; recuerdo haber hecho el esfuerzo de memorizarme aquella vista y así la sellé en mi memoria.

 

domingo, 15 de febrero de 2015

Mont Martre

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Este es el séptimo artículo en una serie de 12.

Subimos otra interminable escalera para ver la iglesia del Sagrado Corazón. Es hermosa. Las calles de la ciudad que la rodean tiene lomas que subimos y bajamos en nuestro recorrido. Ese día hacía calor y había mucha gente, pero vimos unos lugares muy interesantes: el estudio de Leonardo da Vinci, los molinos de viento y mi favorita: una exhibición especial de Salvador Dalí.
 
 

Me impresionó el trabajo de Dalí. Él también fue un hombre con grandes disturbios mentales. Atormentado por su sexualidad. Atormentado por los insectos. Antes de este viaje, había escuchado su nombre pero no había visto su trabajo en detalle. Siento que fue la primera vez que conecté con la obra de este artista y tuve que traerme un recuerdo de su trabajo: un collar con uno de sus relojes "derretidos".

 

domingo, 8 de febrero de 2015

El Palacio de Versalles

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Este es el sexto artículo en una serie de 12.

Versalles fue la razón por la que fui a París. Caminar por los pasillos de espejos y desde ahí ver los jardines me hizo pensar en la lujosa vida que habrán llevado Luis XVI y María Antonieta. Recuerdo, en la escuela intermedia haber estudiado la vida de María Antonieta y, aunque no recuerdo casi nada, ahora tuve la oportunidad de pararme donde ella se paró y es experiencia fue mística. Y ni decirse mirar un palacio cuyo techa por dentro y por fuera está cubierto en oro. El lujo en su máxima expresión. 

En Versalles, también aprendí una gran lección.

Lección # 4: A los franceses les gusta lo genuino.
 
 

Luis XVI quería textiles, muebles y mármol que se hicieran en Francia, por lo tanto, abrió fábricas en Francia. No importaba bienes del exterior. Al crear fábricas, también creó trabajos. Inmediatamente, recordé a Puerto Rico, si adoptáramos esa mentalidad de crear nuestros bienes en Puerto Rico y apoyar lo de aquí, crearíamos trabajos, moveríamos la economía y tomaríamos orgullo de nuestro trabajo y de nuestro país. ¡Así se hace patria!

 

domingo, 1 de febrero de 2015

Los escritores en París

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Este es el quinto artículo en una serie de 12.

 
Cenar en el restaurante Le Grand Colbert fue majestuoso. Es el restaurante que sale en la película Something's Gotta Give. Verme en la escena de una película realmente me hizo darme cuenta de que estaba en París. Esa ciudad tiene una magia que te hace vivir el momento. La ciudad te brinda una gran paz mental y, seguramente, es por eso que atrae a tanta gente y le permite a cada una sentirla de manera diferente.

En la distancia, me di cuenta de lo que dejé atrás en mi hogar y lo agradecí. Allí pude dedicarles tiempo a mis intereses, disfrutar de la ciudad, conocer gente nueva y nuevos lugares. Tuve tiempo y espacio para escribir, particularmente en los Jardines de Luxemburgo. Dicen que Hemingway una vez mató una paloma allí para evitar morirse de hambre. Eso me impresionó.



La vida entera de Hemingway me intriga. En un momento era tan pobre que casi se moría de hambre, luego se casó con una mujer rica y vivió una vida de lujo. Se casó. Se divorció. Se volvió a casar. Se volvió a divorciar. Y así se repitió la historia hasta que murió a los 62 años. Un hombre joven. Y alcohólico. ¿Pero por qué, qué lo atormentaba? Se presionó tanto para escribir que, cuando ya sentía que no podía escribir más, todo terminó. Literalmente.

Por otro lado, comprendo su fascinación con la ciudad porque París tiene unos vecindarios que invitan, cada uno con cafés y atracciones pintorescas. Me llamó la atención que, en los cafés, las sillas —contrario a estar colocadas frente una de la otra para inspirar conversación— están posicionadas mirando hacia la calle como si estuvieran diciendo "mírame". Eso me parece interesante, aunque admito, que me chocó. Quizás sea para disfrutar el sol, pero no me consta.