domingo, 29 de marzo de 2015

¿En qué estás ahora?



Esa era la pregunta mágica que utilizaba mi papá para reconocer a las personas. Papi tuvo varios negocios de diferente índole durante su carrera profesional, por lo tanto, conocía a mucha gente y, en ocasiones, se le hacía difícil recordar de dónde era que conocía a una persona. Cuando se nos acercaba alguien a la mesa mientras comíamos en un restaurante, si Papi no sabía quién era, le preguntaba: ¿en qué estás ahora? y así recordaba quién era.

Quizás ese problema de memoria lo heredé de mi papá pues yo también tengo problemas para recordar a las personas. En mi caso, asocio a la persona con el lugar donde la conocí. Por ejemplo, a un estudiante lo reconozco si está en la universidad, pero si lo veo afuera tengo que pensar quién es y recordar de dónde es que lo conozco.

Lo mismo me ocurre con los empresarios. Si los conozco en una actividad, los asocio con esa actividad. Cuando me los encuentro luego, por ejemplo, en una tienda, se me hace difícil recordar dónde fue que los conocí.

La mala memoria no es algo de lo que me sienta orgullosa, sin embargo, es algo que reconozco y lo trabajo. Por ejemplo, lo digo abiertamente: "no te sientas mal si la próxima vez que nos veamos no te recuerde, pero si me dices dónde fue que te conocí, sé que te recordaré”. La gente agradece mi honestidad.

Esa ha sido mi manera de manejar la situación y disminuir la posibilidad de que la persona se sienta mal. Otro detalle que tengo es que, una vez me aprendo el nombre de la persona, lo uso y hago que la persona se sienta especial.

Papi era un poco más discreto que yo, él utilizaba la pregunta para detonar el recuerdo; yo digo abiertamente: "¿de dónde es que te conozco?"

Cada persona tiene un estilo, ni el de Papi ni el mío está mal. Papi encontró una manera de resolver sus asuntos de memoria y yo encontré otra, lo importante es dedicarle el tiempo a la persona que te saluda. Ahora te pregunto: ¿te ocurre algo similar? ¿Cómo lo resuelves?

Comparte tu experiencia en los comentarios de este artículo.

domingo, 22 de marzo de 2015

París me brindó varias lecciones

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Este es el último artículo en una serie de 12.


París es hermosa, tiene una arquitectura muy rica y no importa el tiempo que estés allí, siempre encontrarás algo nuevo para ver. Aunque me arriesgo repetir un cliché, diría que París no solo es una ciudad que tienes que visitar, sino que puedes visitarla en múltiples ocasiones en la vida.
 
 

Lo primero es que me sorprendió que mucha gente habla inglés y no español, como me habían dicho. Además, París provee oportunidades para que tanto viajeros como escritores decidan cómo quieren vivir su experiencia. Pienso, que los escritores en particular, tienen en París un lugar para expresar su creatividad, un escondite que les permite ser anónimos y sentirse bienvenidos a la misma vez. Es una combinación extraña pero que, a la vez, funciona. Quizás a eso se refería Hemingway cuando dijo que "París es una fiesta".
 
 

A la larga, nadie me puede quitar la experiencia de haber visitado a París. La convertí en una experiencia inmortal al disfrutarla y aprender las lecciones que tenía para mí. Viajar es necesario para aprender sobre otras culturas, pero regresar a casa y valorar lo que tengo (desde el clima hasta la comida y la gente) es una experiencia más dulce todavía… y fue la lección más importante que me brindó la hermosa ciudad de París.
 
 

La lección más importante que me brindó París: en la distancia se valora lo que uno tiene en casa.

domingo, 15 de marzo de 2015

Una tienda entera dedicada a un libro

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Este es el undécimo artículo en una serie de 12.

La tienda del libro El Principito escrito por el autor Antoine de Saint-Exupéry representa lo que he escrito anteriormente sobre crear un negocio entero basado en un solo manuscrito. Encontré en Paris una tienda que solamente vende artículos de ese libro. Y tenía de todo:

  1. el libro en varios idiomas
  2. tazas para el café
  3. llaveros
  4. artículos para decorar la habitación de un niño
  5. juegos de platos y vasos
  6. postales
  7. relojes



Esta definitivamente fue una de mis paradas favoritas.

domingo, 8 de marzo de 2015

Algunos consejos para los viajeros


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Este es el décimo artículo en una serie de 12.


Tras este recorrido por París, comparto algunos consejos. Como viajeros, normalmente traemos algún artículo para recordar la experiencia. Quizás coleccionas tazas de café, relojes o llaveros. Los lugares turísticos ofrecen recordatorios diferentes, pero mi consejo es que planifiques antes de que comiences a comprar de manera que puedas crear una colección coherente de artículos que te sean útiles cuando regreses a tu hogar.

En París, decidí coleccionar cartapacios plásticos que representan obras de arte que me impactaron durante el viaje. Debido a mi profesión, esta selección me pareció lógica y útil porque no será un artículo que terminará en alguna tablilla o en una gaveta de mi oficina, sino que cada vez que los utilice volveré a vivir mi experiencia parisina.



Otra recomendación es que tomes tiempo para saborear la comida. Me contradigo en este consejo. Por un lado, te diría que no repitas los platos aunque que realmente encuentres uno que te guste mucho porque solamente tienes “x” cantidad de comidas en un viaje y, si repites platos, te estarás privando de la oportunidad de conocer sabores variados.

Pero por otro lado, particularmente en los viajes que son muy lejos de casa, quizás quieras comer tanto como puedas de ese plato que te fascinó porque no sabes cuánto tiempo te tomará volver a ese lugar y saborearlo nuevamente.

En fin, dejo la decisión en tus manos, pero cualquiera que sea, te exhorto a que comas la comida de la gente del lugar. En París, eso significa que saques tiempo para disfrutar de buena de la buena mesa y, literalmente, te tomará tiempo porque allí las comidas no se hacen a toda prisa, que no te sorprenda si una cena de toma tres horas. Disfrútala. Bon appétit!

domingo, 1 de marzo de 2015

La arquitectura parisina


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Este es el noveno artículo en una serie de 12.

Hicimos un recorrido a pie por una parte de la ciudad y eso nos ayudó a entender la ciudad y su arquitectura. Aprendí que las mejores propiedades son las que están en el segundo piso porque, en el momento que se construyeron, no había elevadores en los edificios, por lo tanto, los mejores apartamentos son aquellos que tienen la menor cantidad de escalones.

Al tope de esos edificios, hay unas ventanas monísimas con techo en dos aguas. Inicialmente, por el asunto de las escaleras, esas eran las habitaciones de las personas del servicio. Hoy, esos pequeños espacios se les alquilan a estudiantes o profesionales jóvenes.
 
 
 
Al igual que en el Viejo San Juan, cuando miras hacia adentro por las entradas de los carros, nunca sabes lo que encontrarás: a veces son hermosos patios interiores; a veces espacio para estacionar vehículos; y en ocasiones verás pequeños apartamentos. En el centro de la ciudad, los edificios no tienen más de seis pisos y eso permite que veas el detalle de su arquitectura. La mayoría de los edificios no tiene pintura, sino que queda expuesto el color cemento, lo que le añade profundidad al diseño de la estructura. La ciudad es muy limpia y, aunque hay mucha gente, particularmente los espacios turísticos, reina el silencio y la tranquilidad.