Trabajo con estudiantes de primer
año de universidad. Y contrario a lo que se pensaría, me encanta cuando me
dicen que están confundidos con relación a su carrera universitaria y
profesional. Si están confundidos es porque están en exploración de sí mismos.
Y eso, como ser humano, me fascina.
Estar en exploración permite que uno
se conozca mejor. Generalmente, la decisión de cursar estudios universitarios
pareciera la última decisión que uno tomará en la vida. Recuerdo bien ese
momento en el que trataba de imaginarme lo que haría por el resto de mi vida y
eso le puso una gran carga a la decisión de cuál carrera escogería para mis
estudios. Sin embargo, luego supe que esa decisión era meramente la que me daba
acceso a la universidad. Pero en la universidad es que realmente uno explora
los intereses y las posibilidades para el futuro.
Por lo tanto, utilicé mis clases
electivas para estudiar temas que me interesaban y así descubrir o descartar
otras posibilidades de estudio. Así fue, entonces, que escogí los programas que
luego completé. Por eso, cuando un estudiante me dice que está confundido, le
hablo de mi experiencia y le aseguro que estar confundido es parte del proceso,
que tomar la decisión de estudiar X carrera es parte de la exploración como ser
humano y que es solo una de las muchas decisiones que se tomarán más adelante
en la vida.
No es, como pensamos en la escuela
superior, que esta es la decisión final y si la tomamos mal no tengo otra
opción. Siempre hay opciones. Siempre existe la posibilidad de reinventar la carrera
y cambiar el curso de la vida. Lo importante es dar pasos que tengan en cuenta lo
que nos gusta y nos hace felices.
A veces, me pregunto cuántas
personas habrán tomado en cuenta esos dos factores cuando tomaron decisiones
importantes en su vida. Para mí son esenciales. Quizás por eso hago lo que me
gusta y soy feliz.