En semanas recientes,
he estado relativamente “callada” pues estoy cuadrando los detalles de fin de
año y los planes del año 2013. Entre
esas gestiones estuvo la sesión de mis fotos de perfil y admito que fue toda
una aventura. La sesión fue un sábado
en la mañana, lo que implicó que tuve
que madrugar, arreglarme y lucir
despierta antes de mediodía. Ya la
hazaña resultaba interesante. Sin
embargo, lo que no me esperaba es que fuera una sesión de aprendizaje también.
No deja de
sorprenderme todo el trabajo que nadie ve: cambios de ropa, retoques de
maquillaje, ataques de risa, el ángulo de las luces, la temperatura del
estudio, que el cuello esté derecho y el
cabello en su sitio y que el cristal de los espejuelos no refleje demasiada luz. ¡Es increíble la cantidad de detalles en las
que tiene uno que fijarse! Y es que
nadie conoce realmente lo que conlleva el trabajo del otro. Por eso pienso que todas las profesiones son
importantes y que, como dice el refrán, “zapatero a su zapato”. Dependemos, indudablemente, unos de otros,
por lo tanto, si una persona deja de hacer su parte, se rompe el eslabón.
Ese día,
sin el fotógrafo y sus asistentes, la sesión jamás habría terminado ni los
resultados habrían sido tan maravillosos.
Por lo tanto, gracias a ellos por brindarme una experiencia y una
lección más que una mera sesión de fotos.
Y a ti
lector, te dejo con esta pregunta: ¿Quién es más importante: el médico o el
mecánico? Sin el médico no tengo salud,
pero sin el mecánico no puedo salir a trabajar.
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