En entradas anteriores, hablé sobre las
lecciones profesionales que me brindó mi
papá. Sin embargo, mi mamá tampoco se
quedó atrás con sus enseñanzas.
Ella me enseñó a no dejar las cosas para
última hora. Ella era una “early bird” por excelencia. En ocasiones,
antes de llevarme al colegio por la mañana, ya había limpiado la
casa. Ella no solo madrugaba, sino que
hacía todo con tiempo.
Me enseñó, por ejemplo, a hacer las
asignaciones del fin de semana el viernes de manera que tuviera sábado y
domingo para mí. Igualmente, si salíamos
de viaje en Navidad o Semana Santa, me exhortaba a dejar las asignaciones
hechas para que no tuviera esa preocupación en la mente durante las vacaciones.
Trato de no dejar las cosas para el último
minuto en la medida en que puedo, pero confieso que, en ocasiones, la vida
misma no lo permite. Lo que ella no logró
enseñarme —ni a mí me interesa aprender— es a madrugar. Yo soy nocturna, produzco más cuando baja el
sol y he aprendido a trabajar durante mis horas más productivas en vez de
obligarme a operar en un horario que va en contra de mi reloj interno.
Mi consejo para ti como empresaria/o es que
conozcas tu estilo de trabajo para saber qué haces mejor y cuándo. No sigas el horario de otros porque sí;
aprende a trabajar a tu propio ritmo. Y
haz excepciones según sean necesarias.
Yo, por ejemplo, de vez en cuando madrugo para asistir a algún seminario
que comience a las 8:00 a.m.
Espero que mis experiencias te ayuden de algún modo. Déjame tus comentarios...
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