En inglés se le llama “procrastination” y es
el fenómeno de dejar las cosas para después.
Pienso que es una negación de hacer lo que tengo que hacer por el mero
placer de que puedo dejarlo para después. Yo tengo episodios de este mal. Por lo general, trato de hacer las cosas con
tiempo, pero hay ocasiones en las que por más que intento, no logro tomar
acción para comenzar una tarea. “Es como
perseguirse el rabo”, diría una amiga mía.
Porque no es que estoy sentada sin hacer nada, sino que siempre
encuentro otra cosa que tengo que hacer primero y me sirve de excusa perfecta
para dejar para después lo que realmente se supone que esté haciendo ahora.
A veces me pregunto si será un reto personal dejar
las cosas para después para ver si logro cumplir con la meta a pesar de tener
poco tiempo. ¿Será que disfruto la
dosis de adrenalina? Tiendo a pensar que
sí porque la verdad es que siempre lo logro, aunque a veces el esfuerzo es
sobrehumano y las horas de sueño brillan por su ausencia.
Para contrarrestar este dilema, llevo una
agenda bastante estricta. Así disminuyo
la posibilidad de que algo se me olvide y me asigno suficiente tiempo de manera
que, si el episodio me ataca, todavía tengo un tiempo adicional para completar
la tarea.
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