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Este es el tercer artículo en una serie de 12.
Van Gogh fue un hombre con
serios disturbios mentales, pero muy talentoso. Visitamos el Museo D’Orsay y
vimos una exhibición especial de su trabajo. Allí aprendí que antes de ser
pintor había sido predicador. Su trabajo refleja sus visiones (distorsionadas)
de sí mismo.
Un 27 de julio —mi
cumpleaños— se disparó, pero no fue hasta dos días más tarde que murió. Sentí
mucho dolor por él, se consumió por sus propios demonios mentales y,
seguramente, tuvo una muerte larga y agonizante a la edad de 37 años.
Lección # 3: Disfruta la
vida mientras todavía la tienes.
La próxima parada fue el
Museo Pompidou, un museo de arte moderno y contemporáneo. Allí vi que una silla en una pared es
arte, al igual que pinturas, cristales montados en el piso y fotografías, Todo es arte. Todo es contemporáneo.
Una de las
vistas más hermosas que vi de la ciudad de París fue en el Pompidou. La
escalera eléctrica que te lleva a la entrada del museo está cubierta por un
tunel de cristal y me recordó a las escaleras que se usan para abordar los
cruceros en el muelle de San Juan, pero esta daba una hermosa vista a la ciudad
y a la plaza que estaba justo en la entrada del museo donde la gente comparte,
como si fuera la plaza de cualquier pueblo en Puerto Rico.
La mejor vista de París es
la que se ve desde la Catedral de Notre Dame y valió la pena los miles de
escalones que tuve que trepar para llegar hasta allá. El camino parecía no
terminar, las escaleras en espiral me hicieron pensar en más de una ocasión que
mi cabeza daba vueltas. Una vez llegué allá arriba, me di cuenta de que mi
cabeza estaba clara: París era una oportunidad que tenía que darme y que estar
allí valía más de lo que pagué por el viaje.
Luego de eso fuimos al
Museo del Louvre. El Louvre es un lugar para estar por lo menos un día entero,
aunque igualmente se pueden pasar allí meses. La Mona Lisa, por sí misma, es
algo que te tomará tiempo porque no es solo mirarla sino jugar con ella,
caminar para ver si realmente sus ojos te siguen. Si no haces eso frente a la
Mona Lisa, es como no haber estado allí. El Código de Hammurabi, la Venus de
Milo, las esculturas y hasta los laberintos de la estructura son experiencias
necesarias en la vida.
Al caer la noche, luego de
tanto caminar, me había lastimado el tendón de Aquiles del pie izquierdo y la
batata de la pierna derecha. No sabía ni de cuál lado debía cojear. ¡Pero
estaba en París! Y me acogió un sentimiento profundo de asombro mezclado con la
sensación de una gran dicha.
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