domingo, 23 de septiembre de 2012

El tercer check-in del año


Ayer comenzó oficialmente el otoño, ya quedan apenas tres meses para terminar el año.  Este momento es rico porque comenzamos a ver el fruto de los esfuerzos de este año y empezamos a ver los proyectos que se pueden lograr en el año 2013.  Yo aprovecho esta época para darle rienda suelta a la imaginación y ver qué quiero lograr el próximo año sin poner limitaciones ni peros.  Más adelante, en diciembre, cuando me toque realmente trazar el plan, puedo darles prioridad a algunas ideas y dejar otras para otro momento.  Pero ahora, la tarea es soñar, visualizar e inventar.

Estas son algunas de mis ideas:
  • Establecer cuál será el enfoque principal del próximo año.
  • Evaluar los logros de este año y ver cómo los puedo mejorar.
  • Felicitarme por el camino recorrido y prepararme para el que falta.
  • Hacerme la pregunta clásica: ¿Si no tuvieras limitación alguna en la vida, qué harías con tu tiempo?  Esa pregunta siempre me ha servido de norte para tomar decisiones.
Por lo tanto, mi tarea —y la de ustedes si se animan— es mirar este año desde otra perspectiva: salir al parque, tomar un almuerzo de tres horas a mitad de semana, ir a un sitio que nunca he ido o ver una película que está “pendiente” desde hace tiempo.  Son detalles sencillos, pero permiten cambiar el panorama de manera que pueda uno obtener resultados diferentes.  Yo lo he hecho y he visto cómo mi marco mental se nutre y se expande.  ¡Anímense!

Cuéntame qué harás para cambiar tu perspectiva y visualizar el año 2013.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Fangorrific adventure: una aventura, tres amigas y muchas emociones



Recientemente, fui a una aventura de safari en Yauco y lo menos que esperaba era encontrar allí una lección pues fui en ánimo de pasar un día divertido con mis amigas.  Cuando llegamos, hicimos el registro, firmamos los papeles y escuchamos la charla de seguridad.  Ahí fue que nos percatamos que la aventura era más atrevida de lo que pensamos.  No estoy segura de cómo ocurrió, pero terminé detrás del manubrio, sentada sobre el motor y al lado de una palanca de cambios que no sabía operar.  Tan... tan... tan… Todos los que me conocen saben que conducir no es mi pasatiempo favorito y que mi licencia, en ocasiones, he pensado que vino en una cajita de cereal.  Pero allí estaba, sentada en aquel aparato y esperando para arrancar.

El “paseo” por la finca comenzó de lo más chévere. Vamos bien, concéntrate y pon tu cara de valiente.  Pasamos por tierra seca, unos troncos y algunas piedras.  Luego se puso más interesante con lodo, precipicios (que si no eran hondos, sí lo parecían) y comenzaron las curvas.  Las primeras las pasé despacio y sin problemas, pero llegamos a un camino enfangado en el que por más que traté no pude pasar y encajé el carrito.  Luego de cuatro intentos dando para atrás y para adelante, el líder decidió auxiliarme, me bajé y él desencajó el vehículo.  Uuuffff… ¡qué alivio! Pero lo mejor estaba por venir.  


Por suerte, a mi lado iba una de mis amigas, quien asumió el rol de copilota y cuando dudé, su voz me guió: “Tú puedes, lo estás haciendo muy bien, dale…” En el asiento de atrás, iba la otra amiga, a quien le delegamos la tarea de tomar fotos y velábamos para asegurarnos de no haberla perdido en alguno de los brincos.
 
Hubo como cinco retos en los que tuve que parar y pensar para luego ejecutar.  Sin embargo, hubo uno en particular en el que casi entré en pánico.  Y hago la salvedad de que la aventura era segura y súper divertida, pero yo estaba lejísimo de mi zona de comodidad, por lo que mi cuerpo se congeló por algunos segundos.  Ese “reto” fue bajar por un escalón de piedras que para nosotras parecía una escalera entera y largaaaaaa para caer a un río llanito que debíamos cruzar.  Estábamos en el tope de la escalera, ya el líder había cruzado en su carrito y me hacía señas de que lanzara el nuestro.  Sentí pánico, se me saltaron las lágrimas y no podía hacerlo.  Era como estar en el borde de un risco y que alguien te diga: “¡Tírate!”.  Todos los instintos de supervivencia se activaron y no encontraba cómo soltar el freno… literalmente.  No sé cuantos segundos duró esa escena, pero para mí fue una eternidad.  Mi copilota notó que yo estaba paralizada y decidió ayudarme a controlar el manubrio desde su asiento.  Me dijo: “Calma, tú puedes, acelera que vamos bien…” Entre nervios y sudor, respiré, nos encomendé a los ángeles y aceleré.  Increíblemente, no cerré los ojos y la bajada fue súper suave, pero mi corazón latía a mil.  Continué acelerando para terminar de cruzar el río y cuando vi que lo había logrado, solté una carcajada de alivio.  Y nuevamente la voz de mi copilota: “El que te diga que tú no puedes hacer algo, está loco… dile que venga aquí y haga esto”. 

En algún momento, paramos en una charca del río y algunos se dieron un chapuzón; yo opté por mirar desde afuera y me enfoqué en controlar mis piernas, que continuaban temblorosas.  Ya me sentía más cómoda en la aventura, pero sabía que faltaban “retos”.  Curiosamente, en uno de los ríos, me tocó guiar sobre peñones que resbalaban y el agua entró al carrito.  Para mi sorpresa, eso sí me lo disfruté porque pensé: Esta fue la aventura que vine a buscar y las medias mojadas serán evidencia de que lo logramos.



Continuamos el paseo y sentí una gran alegría cuando llegamos a la carretera que nos regresaría al lugar de partida.  Ahora que lo pienso, en el camino nunca solté la tensión, pero con los aplausos y las risas de mis amigas, supe celebrar los logros cada vez que me enfrentaba a una curva, un lodazal, un río, un reguero de piedras o cualquier otra “aventura”… y la superaba.

De hecho, una de las grandes lecciones de esa aventura es saber que tengo amigas que creen plenamente en mí.  En aquel carrito no hubo gritos ni preocupaciones (salvo los que se producían en mi mente), solo hubo apoyo y confianza.  ¡Y eso vale oro!  No fue hasta que regresamos y comenzamos a celebrar que habíamos “sobrevivido”, que compartimos los cuentos desde otra perspectiva: las ramas que nos dieron en la cara, los mimes que tragamos, los rezos de mi amiga la fotógrafa y demás vivencias que en el camino omitimos para no asustarnos una a las otras. 

También aprendí:
  1. Que el trabajo en equipo aplica en todas las situaciones: trabajo, aventuras y amistades, por ejemplo.
  2. Que soy capaz de mucho más de lo que, en ocasiones, creo.
  3. Que cuando me enfrento a los miedos, los supero.
  4. Que con amigas como ellas, puedo ir al fin del mundo… y regresar viva.
Para ser un día “libre”, la verdad es que trabajé, aprendí y crecí como persona mucho más de lo que me imaginaba.  Por lo tanto, la aventura en los carritos enfangados no solo fue diversión,  fue una gran experiencia de descubrimiento personal.  Sin duda alguna, ¡recomiendo el fangorrific adventure!

Nota: Esta entrada es más larga porque sin los detalles, se hubiera perdido el mensaje. Espero que la hayan disfrutado. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Un blog o dos… o más?



Recibí esta pregunta de uno de mis lectores: ¿Es conveniente tener dos blogs, uno personal y otro profesional y/o empresarial, o solo uno integrando ambos?

Tener un blog o más dependerá del contenido de cada uno y si son temas que el autor puede combinar.  Por ejemplo, tengo dos blogs profesionales, pero como son enfoques distintos los mantengo separados: soyprofesional.blogspot.com (discuto temas empresariales) y editorialnarra.blogspot.com (discuto temas de interés para autores).  Además, puedo abrir un tercero para escribir sobre mis recetas y mis aventuras en la cocina, que tendría un enfoque más personal y no está relacionado con mis temas profesionales.  En mi caso, yo los tendría que mantener separados. 

Por otro lado, un chef  puede tener un mismo blog para sus aventuras en la cocina, que sería su lado profesional; e incluir los cuentos de sus viajes en busca de inspiración para sus recetas, que sería su lado personal.  En ese caso, los temas se relacionan y resulta fácil combinarlos, por lo que tiene sentido tener un solo blog que combine lo personal y lo profesional.

Lo importante con los blogs es:
1. Actualizarlos con regularidad.
2. Contestar  los comentarios.
3. Fomentar la participación de los lectores y otros blogueros.

Los blogs son fuentes de información para personas que comparten nuestros intereses, por lo tanto, podemos jugar con tener uno, dos o tres blogs.  Un factor importante para tomar esa decisión es si el bloguero tiene el tiempo y el compromiso de actualizarlos todos con la misma regularidad, porque si no dispone del tiempo, tal vez mantener un solo blog con todos sus temas, podría ser opción.  En ese caso, puede dividir el blog en dos secciones, una para el lado personal y otra para el lado profesional.  Si no puede dividir el blog por secciones, puede distinguir los temas en el título de la entrada o tener dos firmas: una informal para lo personal y otra más formal para lo profesional.