domingo, 27 de julio de 2014

Valoro mi tiempo



Muchas veces me preguntan cómo logro tanto en mi negocio, como profesora y como estudiante y como persona. Además, de estructurarme y saber qué voy a hacer cuándo, he identificado otras maneras de valorar mi tiempo.

  1. Si me invitan a una reunión, pido la agenda de antemano para saber si, realmente, debo invertir tiempo allí.
  2. Aunque admito que me gusta ver televisión, no veo “reruns” o episodios que ya he visto porque es invertir el doble del tiempo en algo que ya conozco, prefiero invertir mi tiempo en otras actividades o, inclusive, en otros programas o películas.
  3. Aprovecho mi hora del café mañanero para reflexionar sobre mi vida… y escribo.
  4. Coordino mi vestimenta cada seis semanas. Esto aplica, particularmente, al año académico. Cada seis semanas, preparo una lista de la ropa que usaré a diario. De esta manera, no pierdo tiempo cada mañana escogiendo un ajuar.
  5. También coordino semanalmente mis comidas. Así sé cuándo debo hacer compra y qué comprar. Mis horarios son muy variados por lo que tengo que hacer ajustes semanalmente y tomar en cuenta los días que como afuera.
  6. Un hábito al que me estoy acostumbrando es dedicar de una a dos horas a la lectura, en la tarde, justo después de la cena y antes de dormir.
¿Cuáles son tus rutinas para maximizar tu tiempo? Compártelas aquí.

domingo, 20 de julio de 2014

Introveridos y extrovertidos



En un artículo anterior, escribí sobre Tito y Cotto, dos boxeadores puertorriqueños a quienes identifiqué como extrovertido e introvertido, respectivamente.


La inspiración para ese artículo fue que, por primera vez, pude ver a Cotto más allá de su semblante serio. Lo miré y me vi en él.


Casi nadie me identificaría como una persona introvertida porque comparto muy bien en escenarios sociales; sin embargo, poca gente sabe el proceso mental al que me someto para prepararme para un encuentro social. Mi problema no es estar allí, mi problema es llegar. Una vez llego, la paso muy bien, pero llegar hasta allí es otro cantar.


Mis estrategias


Antes de la actividad…

  • Confirmo asistencia únicamente si sé que voy a llegar.
  • Si es necesario, invito a alguien que me acompañe o verifico si habrá alguien que conozco en la actividad.
  • Preparo mi vestimenta el día antes de la actividad para sentirme preparada y evitar excusas de “no voy porque no tengo nada que ponerme”.
  • Me imagino la gente que me voy a encontrar y preparo algunos temas de conversación.


Después de la actividad…

  • Después de un compartir, necesito tiempo a solas para descansar y recargar baterías. Con el tiempo he aprendido que soy sensible a las energías ajenas por lo que después de un compartir social necesito recuperarme. A veces, puede ser ir en el carro sola y, en otras ocasiones, es quedarme en casa sin salir al otro día.
  • Igualmente, sucede cuando salgo de dar clases. Frecuentemente, siento el agotamiento de mi voz después de un día entero de hablar en el salón. En este caso, busco tiempo en silencio. En el carro, no prendo la radio ni hablo. Así permito que mis cuerdas bocales se recuperen.


De todo esto me di cuenta cuando vi que Cotto atiende a la prensa y a quien se le acerca, amable y pausadamente, contrario a la percepción que tenía de él de ser un hombre inaccesible. Pienso ahora que todo se debe a ser introvertido y, posiblemente, tímido también. Ahora lo entiendo y me identifico con él porque yo también soy introvertida.


domingo, 6 de julio de 2014

Tito vs. Cotto



Quienes me conocen jamás pensarían que llegaría el día en que escribiría sobre los deportes.

Sin embargo, hoy quiero tocar el tema, no de los deportes directamente, sino por la proyección de dos figuras del boxeo que son parte de la historia de Puerto Rico. No pretendo entrar en debates sobre si el boxeo es o no un deporte ni sus méritos o debilidades. Lo único que aporto en este artículo es mi observación sobre la proyección profesional de Félix “Tito” Trinidad y Miguel Cotto.

Siempre explico que la definición del término “profesional” varía según el campo. Escribo, entonces, sobre cómo Tito y Cotto se proyectan públicamente en el campo del boxeo.

Lo que se ve, no se pregunta.

Tito es un hombre simpático, con don de gente, disfruta las caravanas públicas, compartir con su pueblo y festejar. Tan es así que felizmente comparte el secreto de su éxito: un caldo de pollo que su madre le preparaba antes de sus peleas.

Cotto es un hombre reservado, de poco hablar, serio y retraído.

Ahora entra mi análisis: ¿es bueno o malo un estilo o el otro?

En días recientes, cuando Tito fue exaltado al Salón de la Fama del Boxeo y Cotto ganó su cuarto título mundial en diferentes categorías del boxeo, observé cómo cada uno celebró su triunfo. Lo que identifiqué fue un contraste entre un extrovertido y un introvertido, como son Tito y Cotto, respectivamente.

Comencemos por el uso de sus nombres.
  • Tito utiliza un apodo, que de por sí es una práctica informal y lo acerca a su público. Es como un amigo a quien todos sienten la confianza de llamarlo por su apodo y no por su nombre.
  • Por el contrario, a Cotto rara vez se le oye llamar por su primer nombre “Miguel”. El uso del apellido crea distancia y cierto respeto.

No obstante, es cuestión de proyección. A mi entender, ninguno está ni bien ni mal, son estilos diferentes. Cada uno se siente cómodo de manera distinta y eso hay que respetarlo.

Son estilos diferentes.

Respeto a Cotto por no dejarse presionar ni sentirse obligado a celebrar de una manera que él no disfruta. Me pongo en sus zapatos. Tras meses de preparación para una pelea y bajarse golpeado de un ring (a pesar de su victoria), puedo entender su agotamiento y deseo de llegar tranquilamente a su casa, descansar  —y posiblemente celebrar— en el seno de su familia.

También respeto a Tito, quien disfruta inmensamente celebrar junto a su pueblo y hacerlo partícipe de sus grandes logros. Tito tiene la gran habilidad de unir a un pueblo, incluso en medio de la adversidad.

Ambos están correctos en sus posturas porque están siendo fieles a quienes son genuinamente. Si trato de imaginármelos en papeles invertidos, pienso que Tito no sería feliz si llegara sin ver a su gente y tuviera que encaminarse directamente a su hogar. Tampoco sería feliz Cotto teniendo que participar de una caravana que dura largas horas en las que le toca hablar y socializar con cientos de personas. Por lo tanto, pienso que ambos se conocen y han sabido manejar sus personalidades y su proyección en un estilo que es cómodo para cada uno.

Dicción y confianza.

Queda, por último, discutir la dicción de cada uno de estos profesionales del boxeo y las consecuencias buenas o malas que tiene para su imagen.

Tito, a pesar de su don de gente, pareciera hablar con dificultad al dirigirse al público en cualquier conversación que vaya más allá del coro “¡Tito! ¡Tito! ¡Tito!”. Sin embargo, su apertura lo acerca al pueblo y crea un sentido de confianza.

Por otro lado, Cotto es un hombre de pocas palabras, pero precisas, de buena dicción y de pensamiento profundo. Cotto se gana la confianza, no con su sonrisa, porque casi nunca la enseña, sino con sus palabras, con la seguridad y la fluidez con la que contesta, con la formalidad y la pausa con la que atiende sus asuntos.

En fin, cada uno de ellos tiene su estilo y sabe aprovechar sus fortalezas. Son hombres destacados en su deporte, al que se han entregado en cuerpo y alma.

¿Por cuánto podemos, entonces, juzgar a unos hombres profesionales en su campo, dedicados, talentosos y quienes le traen gloria a nuestro país y, además, son fieles a su personalidad sin dejarse presionar ante lo que la gente quisiera que hicieran?